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Pero sea cual sea el color, todos proceden del mismo arbusto: la Camellia sinensis. Y lo que los hace diferentes y les otorga sus cualidades terapéuticas son los distintos procesos de secado y fermentación
Un chino se sorprendería al saber que la fuerza curativa del té rojo no se descubrió en Occidente hasta hace un par de años; que las virtudes antioxidantes del té verde sólo se conocen porque se emplea en la cosmética, o que del té blanco, "de la longevidad", ni siquiera hemos oído hablar. Y es que en Oriente llevan tomándose desde hace siglos para regular y mantener sanas todas las funciones del cuerpo.
¿Blanco, negro, verde, rojo o azul?
Lo único que tienen en común es el arbusto de donde proceden: la Camellia sinensis o árbol del té, explican en la tienda especializada Bomec, de Madrid. A partir de ahí, el tipo de hoja (las 2 ó 3 más altas de las ramas son las que dan el de mejor calidad, y según se va bajando van perdiendo propiedades y aumentando la teína), el proceso de secado y la fermentación es lo que les otorga sus diferentes propiedades.
En el té verde y en el negro, las hojas se enrollan a mano justo después de ser recogidas. Luego, las del té negro se fermentan durante unas horas y se secan con calor para paralizar la fermentación. Durante este proceso, adquieren su color oscuro y sabor intenso, pero pierden gran parte de las propiedades terapéuticas.
El té verde se fermenta durante menos tiempo y con vapor (por eso la hoja permanece verde), y de ahí que no sufra mucha transformación en su composición química. Por ello, mantiene niveles más altos de flavonoides (o catequinas) que el té negro, y este componente es el que le proporciona los beneficios antioxidantes, anti-inflamatorios y anticarcinogénicos que se le atribuyen. El té azul tiene una fermentación a medio camino entre el verde y el negro.
El té rojo surgió cuando se quiso alargar la "vida" del té verde para poder transportarlo a otros países. Para ello se le sometió a una maduración posterior (se almacena durante años con unas cepas parecidas a las del vino). Esto no sólo lo hizo más resistente, sino que le dotó de nuevas propiedades curativas, un curioso sabor terroso y un precio elevado.
En cuanto al té blanco, es el más caro del mundo porque en lugar de las hojas se toman los brotes aún cerrados del arbusto, y sólo se puede recolectar durante 2-3 días al año. Estos brotes se secan al sol, a menudo sobre seda (a diferencia de los tamices de bambú utilizados para el té convencional). Como no se enrollan ni se fermentan, conservan sus polifenoles (otro de los antioxidantes más potentes) concentrados y esto hace que sea tres veces más antioxidante que el verde. Lee mas sobre los tipos de té
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