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Recientemente me llamó para compartir su historia con las lectoras de Lindísima. Resulta que durante una meditación guiada recordó lo siguiente: cuando era niña su madre tenia una pequeña tienda en la casa. La división entre negocio y casa no existía, las cajas de refrescos y otros productos estaban almacenadas en los pasillos y en ocasiones no se podía ni caminar en estos.
La casa parecía estar siempre desordenada. A mi amiga le causaba un poco de vergüenza llevar amigas o amigos a la casa por el desorden. Pero además del desorden físico tampoco había división entre tiempo de familia y tiempo de negocios.
Al crecer sin darse cuenta se volvió súper ordenada, pero nunca se dio cuenta porque el desorden la molestaba tanto. Durante la meditación comprendió que para ella el desorden era sinónimo de no guardar lo que ella llama “lo sagrado del hogar”.
Durante la sesión de meditación se dio cuenta cuanto en realidad la había molestado que sus padres no separaron tiempo especial para la familia, espacio para la familia y que no le dedicaran el tiempo que se merecía cuando era niña.
El desorden para ella era sinónimo de abandono. Al comprender lo anterior se liberó de su obsesión con el orden porque pudo analizar que un poco de desorden no le iba a causar dolor ni a ella ni a su familia.
Todos tenemos heridas de nuestra niñez que nos afecta en nuestra vida adulta. Las obsesiones y temores son el resultado generalmente de estas experiencias. Si hay algo en tu vida que te moleste, te atemorice o te cause repulsión trata de recordar si esta asociado con algo de tu niñez. Puede ser temor de perder a personas amadas, temor al fracaso, adicción a la comida o galletas, helado etc., gritar en lugar de lugar de corregir, mal temperamento, no defenderte cuando te atacan, quedarte callada cuando necesitas hablar entre otras.
Si puedes identificar la raíz del problema puedes cambiar porque cada vez que “el problema” aparezca te puedes dar terapia tu sola.
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