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Yo a veces siembro jitomates (tomates) y pareciera que en su lugar crecen malas hierbas. En realidad lo que pasa es que las semillas sembradas no crecen o las plantas se mueren y en el terreno fertilizado crecen otras cosas. Pero normalmente si se siembra y cuida y se siembran buenas semillas en buen terreno las plantas crecen y florecen.
Hace algún tiempo murió una amiga muy querida después de una larga enfermedad. Me llamó la atención que las personas a quienes ella más amó fueron las que menos la cuidaron en su larga agonía. En su lugar fueron amigas, su leal empleada domestica y parientes lejanas quienes la cuidaron y ayudaron a pagar algunas de las cuentas. Mi amiga murió rodeada de amor, pero el amor no vino de quien ella más lo esperaba.
Después de esta experiencia me quede pensando mucho si eso de la siembra del amor y la subsecuente cosecha era verdad. Aun no tengo una conclusión, pero hasta ahora creo que el amor no solo necesita siembra, también necesita buena semilla y buen terreno.
Las personas más cercanas a mi amiga no son malas, es más son buenas. Estas personas no creyeron estar haciendo nada malo. Estaban sencillamente absorbidas en sus propias vidas y esperaban que “las otras personas amadas” se encargaran de cuidar a la enferma. Ni siquiera se percataron que todo el grupo cercano estaba pensando lo mismo y la enferma fue dejada en manos de “amigas” y los parientes quedaron fuera.
La belleza del amor es que cuando lo sembramos idealmente debe ser sin esperar recibir. Pero entre más amor sembremos, en áreas más grandes, más posibilidades tenemos que algunas plantas florezcan y den fruto. Mi amiga sembró amor, y este amor dio fruto, pero no lo dio donde se esperaba. Entre más chica es el área donde siembras tu amor menos posibilidades tienes de buena cosecha.
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